¿Cómo calmar las pataletas de mi hijo que está en los “terrible two” o “terribles dos años”?

¿Cómo calmar las pataletas de mi hijo que está en los “terrible two” o “terribles dos años”?

Tal vez alguien te lo advirtió: “cuidado, se te vienen los dos años, son tremendos” o “prepárate nomás a que cumpla dos”, o bien, quizás tú misma has empezado a notar que tu tierna guagua está cada vez más “rebelde”. ¿Es rebeldía? ¿Será tu hija una tirana? No. Está desarrollando su autoconcepto, se está descubriendo como un ser único, autónomo y con capacidad de decisión. Que bien por él, pero mal por ti cuando te grita “¡no!” cada 5 minutos y convierte todas sus frustraciones en pataletas que incluyen tiradas al suelo, gritos, golpes y una que otra tirada de pelo u objetos.

 

Lo primero que tenemos que aclarar sobre esta edad es que es normal que empiecen las pataletas. Puede ser que empezaste a notarlo cuando cumplió el año y 10 meses, o los dos años y tres meses. No hay un día exacto en que todo cambie, sin embargo, de a poco puedes ir dándote cuenta que tu hijo no solo está más desafiante, sino que además está teniendo unas pataletas que te vuelven loca y ya no sabes cómo controlar. Por eso, queremos aclararte: tu hijo está bien, no tiene ningún problema. Todo esto es parte natural y esperable de esta etapa del desarrollo. Sin embargo, que sea normal y esperable no significa que sea fácil de manejar. Porque en la vida diaria te vez enfrentada a uno o dos niños que gritan y patalean y te ves a ti misma colapsando y sin saber qué hacer.

 

Antes de pasar a los tips que te ayudarán a manejar las pataletas de tus hijos (y ojo ahí, es manejar, no evitar. Porque como ya dijimos, las pataletas son parte esencial de su sano desarrollo), queremos conversar sobre qué es una pataleta. Para esto, comenzaremos mirando el cerebro del niño. ¿Sabías que el cerebro no nace completamente desarrollado? De hecho, termina de hacerlo recién a los 25 años aproximadamente. Es por esto que muchas veces, no es que los niños no quieran calmarse o que elijan no hacerlo porque quieren molestarte o manipularte; lo que les pasa es que simplemente no pueden porque no saben cómo hacerlo. Necesitan tu ayuda.

 

Las pataletas no son una experiencia agradable para los niños. Durante las mismas, el cerebro se estresa, se llena de cortisol (hormona del estrés) y ellos no saben cómo salir de ahí y volver a la calma. El cortisol puede provocar impactos negativos y duraderos en el desarrollo cerebral, ya que es una hormona tóxica para el cerebro que inhibe el sano crecimiento. Por eso la solución nunca va a ser “dejarlo llorar hasta que se le pase”, sino que lo ayudaremos a que se le pase para evitar una exposición prolongada al cortisol. Es cierto que, si dejamos a un niño en su pieza llorando, eventualmente dejará de hacerlo y se tranquilizará. Pero ya sabemos los riesgos que esto conlleva.

 

Quizás en este momento te estás preguntando: si una pataleta es tan incómoda y desagradable para un niño, entonces, ¿por qué lo hacen? Es que los niños no eligen hacer pataleta. Lo que les pasa es que se enfrentan a frustraciones, rabias o incomodidades y no saben cómo expresarlo, entonces explotan. Y justo ahí es donde entramos nosotras: tenemos que enseñarles. Ellos también quieren salir de ese estado en que el cortisol está inundando su cerebro y notan que no tienen control sobre sus emociones e impulsos; pero no tienen las herramientas suficientes para hacerlo solos. Las irán aprendiendo con el tiempo, porque tú le irás enseñando a reconocer y expresar sus emociones de manera sana, y porque su cerebro se seguirá desarrollando. Por ahora te necesitan. Como mamás podemos ser la calma externa que les ayude a conseguir su calma interna. 

 

Paso 1:

Respira. Sabemos que ver a tu hijo así es muy estresante. Pero será muy difícil calmarlo si no estás calmada tú primero. Puedes ir al baño, lavarte la cara, respirar, o lo que a ti te sirva para lograr acercarte a tu hijo desde la calma. Respira 3 veces y repítete a ti misma: “yo puedo con esto”. Seguramente ya has visto que mientras más grites tú, más grita él. No se apaga el fuego echándole bencina… tenemos que lograr ser esa lluvia de paz y tranquilidad antes de intentar cualquier otra cosa.

Paso 2:

Mira a tu hijo con la mirada más benevolente y compasiva posible. Pregúntate: ¿qué le pasa? ¿qué le dio rabia? ¿qué no le resultó? ¿qué le dio miedo? ¿qué lo angustió? Busca comprender de dónde viene esta pataleta, cuál es el problema que lo hizo explotar y no supo comunicar de manera tranquila (porque todavía está aprendiendo cómo y su cerebro se está desarrollando). Mira a tu hijo que tanto quieres y dite a ti misma que le está costando, que necesita tu ayuda.

Paso 3:

Siéntate cerca de él o ella, respira y con voz calmada comienza a describir en voz alta lo que crees que pasó. Así tu hijo irá bajando las defensas y comenzará a calmarse, ya que le estás dando el mensaje de que lo entiendes, lo comprendes y te importa lo que le pasa. Ejemplo: “Tú querías seguir viendo tele porque querías seguir viendo el capítulo de Paw Patrol. Sí… es que a ti te encanta Paw Patrol, por eso ahora tienes pena. Para ti era importante saber qué pasaba con Chase y te está costando no conocer el final del capítulo”. OJO: Esto no significa que valide su conducta, ni que voy a volver a prender la tele. Solo estoy validando sus emociones, aunque yo no esté de acuerdo, porque es SU vivencia. Le estoy mostrando cómo poner en palabras lo que le pasa.

Paso 4:

Con firmeza y ternura mantén el límite. Ejemplo: “Entiendo que querías seguir viendo el capítulo y te dio pena que lo cortara. Mira, yo apagué la tele porque tenemos que ir a comer para luego bañarnos y después dormir”. Lo que estoy haciendo es validar la emoción (entiendo tu pena) y dar una explicación (tenemos que ir a comer), pero manteniendo el límite (la tele sigue apagada).

Paso 5:

Observa a tu hijo:

¿Está listo?  Entonces ofrece dos alternativas. Ej: “¿Qué peluche te va a acompañar esta noche, la jirafa o el duende mágico?” “¿Cómo vamos a ir a tu silla, saltando como un conejo o corriendo?”

¿No está listo?  Entonces dile “veo que te está costando, te sigo acompañando” y ayúdalo a respirar. Puedes traerle un peluche, poner una canción que lo relaje o contarle una historia. Eres la que mejor conoce a tu hijo, y juntos irán descubriendo qué es lo que más lo ayuda a calmarse.

 

Esperamos que estos tips te sirvan de ayuda la próxima vez que tu hijo tenga una pataleta. Y si no te resulta a la primera, a la tercera o a la décima y te notas a ti misma perdiendo la calma, tranquila. Para ti tampoco es fácil. Esa misma mirada benevolente que queremos ofrecer a nuestros hijos, podemos ofrecerla también a nosotras mismas: estás aprendiendo a ser mamá y no es fácil, puedes fallar y equivocarte. Lo importante es que lo estás intentando, que estás reparando y esforzándote por hacerlo cada día mejor. El mismo hecho de que estés acá leyendo este blog es prueba de ello.

 

Camila Rozas 

Psicóloga Infantil

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